Dominar el
alfabeto ruso y sus matices fonéticos es un paso indispensable para adquirir una pronunciación rusa clara y precisa. Compuesto por 33 letras, cada símbolo de la escritura cirílica corresponde a un sonido único, un concepto fundamental para la fonética rusa. A diferencia del inglés, la pronunciación rusa es en gran medida fonémica, lo que significa que las palabras se pronuncian como se escriben, lo que proporciona un nivel de previsibilidad a los alumnos. Sin embargo, la lengua no está exenta de dificultades. Algunos caracteres cirílicos no tienen equivalentes directos en el alfabeto latino, lo que requiere una práctica dedicada para perfeccionar sus sonidos.
El sistema fonético ruso también incluye una serie de consonantes palatalizadas, que se articulan elevando simultáneamente la parte media de la lengua hacia el paladar duro. Este aspecto sutil pero crítico del habla rusa puede alterar el significado, por lo que es necesario prestar mucha atención a la articulación. Además, los patrones de entonación rusos, conocidos como prosodia, desempeñan un papel crucial a la hora de transmitir la actitud del hablante y la función sintáctica de las palabras dentro de una frase.
La reducción vocálica es otra peculiaridad fonética del ruso. En posiciones no acentuadas, las vocales a menudo cambian su calidad, volviéndose menos distintivas. Este fenómeno puede dar lugar a malentendidos si no se domina correctamente, ya que el acento en las palabras rusas no es fijo y puede darse en cualquier sílaba, variando de una palabra a otra.
Para prepararse para estos aspectos orales, los alumnos deben realizar diversos ejercicios de pronunciación y escuchar atentamente el habla nativa. Mediante esta práctica meticulosa se puede desarrollar la capacidad de distinguir y reproducir los sonidos esenciales de la lengua rusa, sentando las bases para una comunicación eficaz.